De rallar queso a rallar vida

¿Alguna vez has escuchado que tu vida pasa ante tus ojos antes de morir? A mí me sucedió hace unos días, pero no frente a la muerte, sino frente a un enorme queso Grana Padano de 35 kilos y muchos meses de maduración.

Llegamos a un hermoso restaurante especializado en pasta con queso, donde se ofrece la experiencia de ver al chef prepararla en la mesa.

Entonces, aparece el protagonista del evento: un gran queso redondo con un agujero en el centro, destinado a albergar la pasta. Al igual que en la vida, vista como un gran círculo con un vacío al centro que nos permite crear nuestras experiencias individuales de vida.

El chef comenzó a rallar el queso antes de mezclarlo con la pasta. Lo observaba mientras rascaba y extraía abundante queso, pero noté que le costaba esfuerzo; con un ritmo armonioso, daba vueltas a su alrededor, rallando y rallando.

Me invadió el impulso de intentarlo. Me levanté, pedí permiso, pero no consejo. ¡Qué error! Cuántas veces hemos recorrido la vida pidiendo permiso a otros para actuar, cegados por la falta de instrucciones del experto que podrían ahorrarnos tiempo, esfuerzo y tal vez sufrimiento en el proceso.

Comencé a rallar, pero fue una experiencia intensa. A pesar de mis esfuerzos, no extraía queso. Utilizando el mismo rallador y, según mi percepción, haciendo lo mismo que el chef, mi mano terminó lastimada. Todo mi peso recargado sobre el rallador en un intento de hacer palanca para obtener algo de queso… ¡No lo logré!

En ese momento, vi mi vida reflejada: tantos momentos de sobreesfuerzo, intentando hacer lo mismo que otros, sin obtener resultados. ¿Dónde estaba el fallo? ¿Era yo, era el rallador, era el queso?

La respuesta estuvo en los detalles de cada paso. Frente al queso y frente a la vida, asumí erróneamente que los resultados requieren una acción esforzada y sostenida, lo cual solo desperdicia recursos y conecta con la escasez.

La lección del queso fue clara: “La sierra solo corta de subida.” Es decir, el rallar hacia abajo no demanda esfuerzo; es el momento de recuperación del chef. El esfuerzo se invierte en la subida, mientras que el descanso se disfruta en la bajada.

Ahora lo comprendo: los resultados en la vida requieren un balance entre esfuerzo y descanso, porque hay sierras que solo cortan hacia un lado.

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